viernes, 5 de abril de 2013

De esas veces que entras al Bancomer y atrás de ti vienen los que intentan asaltarlo.

Sería como a medio día y tipo que voy entrando al banco a hacer un depósito equis. Me gusta ir a ese Bancomer que está entre la Lázaro y la López Matéos porque casi nunca hay raza.
-Siempre está tranqui, me dije animosamente, entonces miro a dos weyes que van a entrar también, uno de tramo oscuro y lima negra, el otro en shorts cafesito desgastado con camisa polo blanca de rayitas, realmente no se miraba empresarios, pero tampoco andaban muy carposos diría yo. Estaban un poco atrás de mi, como a unos diez metros, y ya pues de que me formo en la fila todo confiado, con unas rolitas acá chingonas en los audífonos. 
-Ya chingué, nomás hay cinco personas delante de mí para hacer alguna mamada de estas del banco, cinco minutos y alrayo.  Pensé
Luego oigo como que levantan la voz (no escuchaba antes porque llevaba los audífonos al máximo), y veo que uno de los weyes me pasa por un lado y al gordito que estaba hasta el frente de la fila le intenta quitar una mochilita de esas que trae la gente que hace depósitos carposos. Se la arrebata y para eso el otro vato ya tiene encañoda a una viejita toda sacada de onda que estaba pagando o haciendo algún pedo en la ventanilla. El vato le pega un golpe chilo a la ventana blindada, no le hizo ni un rasguño pero se escuchó fuerte el putazo, luego le grita a la cajera con voz de asalta-bancos que le entregara todo el dinero que tuviera. (no recuerdo si lo dijo con esas palabras exactas, pero la idea era esa) y le aventó una bolsa para que lo pusiera dentro. 
-Órale cabrones apúrense le dijo a los empleados del banco. Mientras su secuaz nos decía que sacáramos todo lo que trajéramos con nosotros, yo enchinga me hice pendejo y me clavé el celular, la tarjeta y 100 pesotes que traía pal depósito. El cabecilla se fue a la entrada del banco para hacer guardia en lo que el otro se quedaba esperando que llenaran su bolsa con dinero. Todos nos quedamos viendo la acción y en eso que se mira que llegan los puercos (la H. fuerza policial municipal) armados y todo el pedo. El cabecilla, que ya había torcido que pedo se les lanza y les apunta con la pistola, entonces los valerosos municipales aplican la graciosa huida, cual grupo de antílopes siendo presa del feroz león. Entonces el jefe ladrón le ordena la retirada a su secuaz, quien en el desconcierto deja la bolsa que le había arrebatado al gordito. 
Los asaltantes al parecer huyeron, afortunadamente no hubo heridos y no se consumó ningún robo. A los minutos cerraron el banco y luego se escucharon las sirenas. Llegaron los servicios periciales se hicieron investigaciones, declaraciones y bla bla bla.
Dato curioso: comenta el gordito a quién le habían arrebatado la bolsa, que llevaba como 150 mil pesos que iba a depositar. Por fortuna para él se lo regresaron los ladrones sin suerte. 
Yo no pude hacer mi depósito.

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