viernes, 29 de marzo de 2013

En la dimensión desconocida II

En la dimensión desconocida te levantas por la mañana, te miras en el espejo y estás bien guapo, pero como estas en la dimensión desconocida todos los demás son feos, por lo que sigues siendo el raro.

jueves, 28 de marzo de 2013

Yendo al banco de esperma

Con los ojos fijos en el recipiente de plástico, en mis manos las revistas. Por más que intentaba concentrarme no lograba una buena erección, probé acariciándome el paquete.  Estaba como nervioso.  Era mi primera vez después de todo.  Seguí frotándome y entonces salió el chorro. Hubo risas.  No era líquido seminal lo que escurría sino un bebe muerto.

Me limpio el semen con una servilleta. La enfermera dice: -buen trabajo, pero intenta embarrar menos la próxima vez. Sonrojado afirmo con la cabeza. -Puede colocarse los pantalones de nuevo.  Me subo el cierre y le doy el frasco medio lleno. -¿Y cómo los mira? le pregunto tímidamente  -No tan bien como esperaba. Responde secamente y se va chancleando.  A los minutos llega un médico y me dice que relaje, que todo va a estar bien, antes de que entere siento un pequeño piquete de aguja, era una inyección.  Instantes después caigo en el sueño.  Despierto en la misma sala con los pantalones abajo y un dolorón en la entrepierna. -¿Y mis gónadas? exclamo. 

Tony Cebolla y el viaje al reino animal


1. Era una mañana no tan fría, sin embargo llovía, el ruido de los espectros encarcelados en la bodega trasera y los ladridos de los animalitos domésticos que habitan en la parte posterior de mi casa me había hecho despertar. Con dolor de cabeza y mal aliento me levanté del sitio donde reposaba mi cuerpo, me quité unas cuantas lagañas, acompañado de leves ejercicios de estiramiento matutinos seguidos de una taza de café transgénico. De entre mis posesiones saqué mi frasco de pomada del tigre y del interior del mismo un cigarrillo muy delgado forjado la noche anterior, posteriormente me coloqué en la bolsa del pantalón. Con la taza de café en la otra mano salí a ver pasaba con mis perros, que aún ladrando me comunican instintivamente sus hallazgos, o algo que parecía de suma importancia para ellos, mismos que permanecían mojados por la lluvia. Y allí estaban los cinco: Pierre, el viejo sabueso; Sergei, el pelirrojo mordelón; Ferdinando, el cauteloso cachorro albino; Umberto, el perezoso glotón, y Ella, la valiente matriarca. Todos ladrando y gimiendo, excepto Ferdinando, quien llevaba un hueso con lombrices en el hocico. Ella saltaba y me miraba fijamente, mientras Pierre y Sergei intensificaban sus ladridos para llamar mi atención, seguidos de algunas onomatopeyas caninas indescifrables en ese momento. Lo que me hizo recordar el sueño del que acababa de despertar. 2. Me hallaba corriendo en línea recta sin razón aparente, de pronto me di cuenta que me seguía muy de cerca una jauría de cánidos salvajes con rabia, lo que me obligó a acelerar el paso al unísono del palpitar de mi corazón. Corría y corría, respirando un olor fétido mientras mis pisadas levantaban lodo y excremento de quién sabe cuántas especies que alguna vez habitaron ese bosque lúgubre y nauseabundo. Pensé en aprovechar la distancia que les llevaba y así parar a respirar, pero el olor era realmente repugnante y putrefacto*, solo conseguí vomitar una ligera porción de papa con habichuelas, esperando estúpidamente que alguno de mis perseguidores se resbalara con el. Al parecer fracasé. Nuestra distancia se redujo considerablemente lo que aceleró de nueva cuenta el latir en mi pecho. Cuando estuve verdaderamente cerca de ellos y mientras creaba una imagen mental de mi final, como un último suspiro desesperado me postré en cuatro patas y avancé imitando el paso de ellos. Como otro cánido más, me sentía libre y ligero, mi composición anatómica se había modificado, presumo que estaba aprendiendo a moverme en los sueños. Mi cuerpo ya no era el mío, mis pies y manos se habían convertido en cuatro patas largas y fuertes, una gruesa cola que me ayudaba a mantener el equilibrio me brotó espontáneamente, de igual manera hocico, orejas, garras. Los trapos que vestía se volvieron una confortable capa de piel y cabello. Un gastado hueso apareció en mi nuevo hocico. En ese momento no le tomé importancia y lo mordí para hacer presión y aferrarme a un objeto. No paraba de correr aunque me encontraba exhausto. La ganga que venía tras mi era encabezada por un experimentado general de batallas, un viejo Labrador Retriever, experto en persecuciones y con excelente cardio. Me seguían: lobos, coyotes, perros, zorros, chacales y un tanuki de medio metro. Realmente no entendía bien lo que sucedía, solo apreté el hueso en mi boca y corrí hasta que no pude más, fue cuando en un descuido tropecé con un trozo de árbol muerto y caí. Me arrastrè unos cuantos metros, los cuales fueron aprovechados por mi cazador. -Io sono Generali Massimo Horkheimer- me dijo en suizo según él, entonces me saludó con una mordida quirúrgica en mi patita izquierda. Miré con asombro cómo un delgado chorro de sangre brotaba y me saqué fuerte de onda, pues ósea en el sueño. -Mi madre era una Terrier de la alta burguesía suiza y mi padre un médico brujo amerindio. Interrumpí con una risa y el hueso en la boca, -osea, para empezar, ¿no son perros todos? ¿Los perros hablan? Y bueno, omitiendo ese pequeño detalle, entonces ¿por qué me hablas en italiano y luego en español? Esto no tiene sentido. General... ¿de dónde? o ¿qué? y además, ¿quién ha preguntado por tu familia? Me tiene sin cuidado, ¿sabes? Perro mitómano- con voz tosca le dije, mientras despacito lamía mi herida. -!Cállate el hocico!, me dijo, un tanto indignado. Escupió un poco de mi sangre, le había parecido muy amarga, lo noté por las muecas en su arrugado rostro. -Asquerosa sangre humanoide, consumiste de la planta ¿verdad? -Obvio, every day- le respondí muy seguro todavía con el hueso en el hocico, pero con una madre de miedo. Creo que ya me había excedido con el comentario anterior sobre su familia. Quise sacarle plática para atenuar la situación y pensar en un plan para escapar o simplemente para evitar que se derramara más sangre, la mía primordialmente. Evadir mordidas era mi meta. Estaba a fin de cuentas rodeado y acechado por la jauría de cánidos que presenciaban atentos la conversación, me percaté que buscaban el hueso y esperaban órdenes del supuesto general Horkeimer. -Tu mugrosa sangre me está paralizando la lengua, lo cual no es un buen signo, pronto no podré pronunciar más palabras por un buen tiempo, debido a ese veneno en tu sangre, el hueso de la semiosis te ha llamado para que despiertes el sentido de la ultralingüística y metacomunicación entre seres del reino animal, con especialidad en cánidos. Fue una casualidad que hubieras sido tú, muchacho. Te habría arrancado una pierna de haber querido, simplemente me dejé llevar por la casualidad arbitraria. Y mira tienes suerte, no vas a morir, no en ésta ocasión. Solo recuerda que debes mantener un equilibrio en tus acciones en el mundo o reino que te encuentres, posteriormente podrás reaccionar y transitar entre ellos sin peligro, aunque ahora que te he mordido eres susceptible a quedar atrapado en este mundo, te queda poco tiempo, tienes que ser astuto y cauteloso, sin embargo deberás ser ágil y fuerte. No le había entendido. -Que sueño tán loco, pensé. El vato me empezó a hablar sobre su reino y cosas que parecían muy importantes, como sobre el hueso que llevaba en el hocico y que llevaron a esta situación. Que si el contacto con otros reinos, mundos de los sueños, el camino de vuelta a casa, el ultralenguaje y metacomunicación y transmutación interespecie. Conceptos no aplicables el mundo humanoide al que pertenezco. Por alguna razón estaba allí escuchando un montón de cosas que no me imaginaba, todo sonaba tan dañado, que mi lógica estaba sufriendo daños trascendentales. -Mira, muchacho, el hueso que portas es un resto fósil de Bertil IV, el legendario guerrero de la I orden de la ultra-semiosis cánida, quién sostenía viajes a otros mundos inimaginables a través del control del sueño y el metalenguaje. Al menos es lo que se cuenta. Desde el nacimiento, sin saberlo, cada quién elige una una especie animal con la que se siente más cómodo para transitar entre los reinos, parece que tú nos has elegido a nosotros, o viceversa. Aunque, talvez solo sea producto de tu esquizoide mente residual. Sea como sea. Recuerda siempre estos tres factores esenciales para que logres despertarlo: 1. Hueso, 2. Saliva, 3. Planta. Lo Primero que debes hacer es encontrar la planta y luego lo entenderás.
3. Desperté del sueño y los perros ladraban. Los cinco al unísono me llamaban, salí con el café y el cigarrillo en una bolsa y en la otra un encendedor. La bodega trasera carecía de energía eléctrica por lo que encendí una veladora de la virgen de san juan de los lagos, a mi abuelo no le gustaba mucho rezarle a la otra virgen, la guadalupana le parecía muy guarra, muy morena. Los animalitos seguían ladrando, no se miraba muy bien ni con la llama de la veladora, el techo goteaba por la lluvia que cada vez incrementaba su intensidad. Caminé por el almacén con la veladora en la mano, los perros se habían quedado en la entrada, en una reacción que interpreté como de miedo, sobretodo porque Ferdinando (el más precavido de los cinco), el perro cobarde, fue el primero en retroceder y dar vueltas como león en jaula. Así seguí un rato, buscando, sin encontrar nada, me salí a la entrada, pero los perros todavía ladraban, me di cuenta que Ferdinando llevaba un hueso en el hocico y se lo quité, le hice una finta como que lo arrojaba, pero en realidad lo metí entre el elástico del bóxer que llevaba puesto y mi piel, recordé el sueño que había tenido y con el mechero prendí el flaquito que llevaba en la bolsa y me comencé a deleitarme con el humo. Instintivamente todos entramos a la bodega, al atravesar la puerta, ésta se alejaba lentamente y todo se volvió un escenario obscuro e inmenso. -Ahora entiendo.- sin escepticismo pensé.

Charly y la fábrica de enfermedades

A Charly nunca antes le habían gustado los perros.
Habían pasado cinco días desde la última vez que Charly había sostenido relaciones sexuales con su más reciente amante. Cinco días con fortísimos malestares en su área genital.
-¡Ya no aguanto estas pinches ronchas, cabrón! pensó en voz alta.
Tenía una infección genital en la zona específica que abarca del prepucio al glande, pequeñas burbujitas que producían un olor fétido, hongos al parecer, según un gran número de imágenes que arrojó el buscador de internet predeterminado que utilizaba.
En cierto foro web encontró una conversación de un usuario quién supuestamente se había recuperado del mismo tipo de infección, el procedimiento consistía en colocarse crema vaginal en el área afectada. En un inicio Charly creía que lo estaban trolleando, pero conforme avanzaban las horas su incertidumbre y desesperación lo llevaron a tomar la decisión de hurtar un poco de Canesten V del cuarto de su hermana mayor.
-¿Con tantito que me ponga no se me van a caer los huevos o sí?, pensó. 
Sin duda no contaba con lo que su decisión conllevaría. 
Unos días después comenzó a notar cómo la infección cedía poco a poco, ya solamente tenía algo de comezón y las burbujas en su zona erógena eran casi diminutas.  Sin embargo no era todo para Charly, si bien su infección estaba por desaparecer, algo en él le hacía creer que no todo estaba bien.  Su cuerpo había dejado de experimentar esa necesidad inaplazable de consumar el acto sexual, de compartir fluidos, gemidos y bacterias con otra persona. Actividad que a su corta edad era para él prácticamente una obligación. Ninguna de sus amantes le parecían atractivas últimamente. Algo lo estaba distrayendo.
En una ocasión intentó salir con Natashja, una antigua parejas sexual suya, era una simpática rubia aficionada a los caninos de pequeño tamaño.  Llevaba consigo a su mascota Steven, un perro de raza Chihuahua color negro con puntiagudas orejas y dentadura poco afilada, más bien del tipo chimuelo, de cola chueca y mal aliento.
A Charly nunca antes le habían gustado los perros.  
Pero cuándo miró por primera vez a Steven le pareció encantador.  Sus ojos se encendieron como faroles incandescentes, el palpitar de su corazón fue cada vez más intenso, comenzó a transpirar, su boca estaba seca y sus brazos y piernas tambaleaban.  El olor del cachorrito eran como feromonas para Charly, quién confundido pensaba:
-¿Qué me está pasando?, ¿cómo que me anda moviendo la hormona el pequeño Steven? Si yo con Natashja: ¡todo bien! ¡todo fine! Bueno, pero con una mordidita que le pégue no va a hacer daño ¿o si?
Charly aprovechó el momento en que Natashja salió al baño para saciar sus nuevas necesidades físico-emocionales.
Para cuándo volvió la rubia, el pobre Steven, con los ojos en blanco y sin aliento dormía plácidamente con la pierna derecha empapada de saliva.  Pero este solo era el inicio. Steven fue la punta del iceberg, Charly ya no paraba de pensar en cómo satisfacer su nueva extraña patología de mordisquear y dejar exhaustos a los perros sin parecer un demente viola canes.
Ya no podía ni salir a la tienda sin pensar en morder a alguno de esos indefensos animalitos que fueran apareciendo a su paso. El menor estímulo, como un ladrido, un gruñido, o simplemente el olor de su excremento aplastado en el piso era suficiente para volverlo completamente loco.  Hasta hizo el esfuerzo por asistir a un grupo de apoyo tipo Narcóticos Anónimos, pero de esos relacionados con la zoofilia, pero eso no le ayudó de mucho que digamos. De hecho solo le sirvió para llenarse de nuevas ideas de seducción canina.
A Charly nunca antes le habían gustado los perros.
Ahora vive con Steven en un departamento en los suburbios. 

martes, 26 de marzo de 2013

El perico

Una noche ya medio borracho alardeando una hazaña le dije a mis compas: -Así de pelada, el que es perico, donde quiera es blanco. 
Nadie sonrío, pero varios comenzaron a rechinar los dientes y a ponerse tensos. 

En la dimensión desconocida

"En la dimensión desconocida te levantas una mañana y eres un midget" -No me acuerdo quién lo dijo, estaba muy borracho o algo (2013).

sábado, 23 de marzo de 2013

La Chona y la Meche & El Don Metiche


La Chona y la Meche
Nombree, imagínate, que estamos en medio de la tormenta vea, ya ves como se pone de llovido y eso en otoño, vientos, granizo, ¡que horror!
Ah pus haga de cuenta de que me había dicho la Meche: -Abrázame, Chona, ta´ ciendo mucho viento, tengo frío y esta pinchi lluvia ta muy gacha. Y ya pus, yo la abracé con mucha ternura, nosotras nos teníamos confianza machín.
Si a mi también casi se me para el corazón esa vez, de que estábamos muy lejos de la casa, allá por el Rancho No me acuerdo, no era la primera vez que nos escapamos a los pozos. Me acuerdo que hasta llevamos nuestros bikinis y todo. Hicimos con dos horas caminando.
A ella no le gustaba que nos vieran sus papás, en el ejido no están muy bien vistas esas cosas pues. Nombree, imagínate dos muchachillas agarradas de la mano paseando por el kiosko del ejido y luego enfrentito de la iglesia, sí, seguramente.
Yo le decía: Meche, ya vámonos flaquita, ta muy feo el cielo, mira, se está poniendo todo gris, todo feo, nos va a caer el aguacero, y pos a ver onde nos escondemos. Ella me decía que nos quedáramos otro rato, pero luego ya no hubo tiempo pa´ eso. Se soltó la tromba como dicen, se vino el diluvio, y con granizo.
Ya pa eso estamos abrazadas y me dice: Tú eres mi paraguas en la lluvia y te quiero gordis. Luego me soltó la mano y se echó a corres con una sonrisa maníaca. No pude alcanzarla para cuando le cayó el rayo.


El Don Metiche
Sí, sí me acuerdo de ese incidente, sería un mes más o menos, ¿no? No, pues las chavalillas aquí se la llevaban, paseando, jugando, se venían a veces en bicicleta, otras caminando.
Sí, Si me acuerdo bien. Seguido venían a chapotear en los pozos y bailar encueradas, muy raras las chamaquillas. No sé bien de ónde vendrían la mera verda´, por que no se miraban como de por aquí, si aquí todos se conoce. De algún ejido cercas yo creo.
Total de que ahí estaban las chavalillas, y que se suelta la lluvia bien recio, yo las estaba viendo, pero a lo lejos. Si estaba medio preocupado la verda´, pos no son los hijos de uno, pero de todos modos uno se preocupa, ¿vea? Y luego pus, uno nunca se espera que caigan rayos donde anda uno, ¿no?  A lo mucho uno viera pensado que se fueran a resfriar o no sé qué, pero pus luego andaban a raiz las chamacas y en calzones.
Cuándo oímos el trueno nos asustamos mucho, luego ya nos dimos cuenta que había caído cercas. Venía la más llenita cargando a la flaquita, pobresita, toda quemada.  Fue muy triste ver a la chavalilla toda chamuscada y a su amiguita llorando.  Ya nomás pudimos trasladarla a la clínica,  ya no supimos que más habría pasado.  No quisimos preguntar.